Debate si? debate no? QUE ES UN DEBATE? Mocca en Pagina 12

La fórmula “debate político” no es tan llana y unívoca como suele pretenderse. En los últimos días se ha vuelto a construir entre nosotros la identificación del debate con un montaje televisivo de atriles, animadores y cronómetro. Sumadas algunas chicanas de porte menor, su contenido fue una prolongada declaración de propósitos bienpensantes que mejorarían la vida de los argentinos sin resistencias de ningún sector de la población.

La iniciativa estuvo rodeada, antes y después de su puesta en acto, de un unánime pronunciamiento a su favor por parte de todo cuanto se opone al actual gobierno, fundado siempre en términos morales y en prejuicios racionalistas. “El debate es una obligación de los candidatos porque es la expresión del respeto por el electorado y porque de ese modo conocemos las propuestas de los candidatos para el futuro del país”, fue el mensaje abrumadoramente difundido por los mismos medios que promovieron la iniciativa deliberante de una fundación muy amiga de Estados Unidos.

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-284119-2015-10-18.html

El respeto es una conducta moralmente apreciable, pero poco y nada tiene que ver con la aceptación de participar en un espectáculo televisivo; que se hiciera en un lugar abierto y con público no cambia en nada la esencia mediática del acto. La otra fórmula, la que alude a “las propuestas” es más de fondo: presupone que el show se justifica porque permite al electorado (es decir a la audiencia ocasional de un programa de televisión) conocer qué piensa cada uno de los candidatos sobre el país y su futuro. Es más de fondo porque la subyace una ontología de la política.

La política sería la competencia entre un conjunto de cadenas racionales de argumentos que los aspirantes a gobernantes presentan ante sus eventuales gobernados. El pueblo mira, compara y elige. La transparencia rige la relación entre lo que los candidatos piensan, lo que dicen y lo que van a hacer en el futuro. De esa escenografía está radicalmente ausente la historia –la del país, la de sus luchas políticas, la de los propios deliberantes–.

No hay un país con una historia y con un lugar en un determinado tipo de mundo sino que hay “problemas”: el narcotráfico, la inflación, la corrupción... que preocupan a “la gente”. Frente a esos problemas aparecen las propuestas, que suele ser el nombre que se le presta a la promesa de una solución final al “problema”: vamos a derrotar al narcotráfico, a eliminar la inflación, a terminar con la inseguridad, a aniquilar a la corrupción y así de seguido. Cuando la propuesta va acompañada de la formulación de un camino de acción –como el que enuncia Massa a propósito del narcotráfico– se produce la remisión a un país distinto de la Argentina realmente existente en nuestros días, un país en el que el ejército entra a la casa de la gente de los barrios pobres y las fuerzas armadas atacan y bloquean (sic) los puntos que unen a la Argentina con sus países vecinos de la región. Se postula, sin respeto por la experiencia mundial, que esa es la solución para el narcotráfico sin la más mínima alusión a qué efectos “secundarios” podría tener semejante acción para la democracia y la conviencia civilizada del país...

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