Cuidar las divisas y los precios para defender el bolsillo de los argentinos- Carlos Heller
De la estabilidad en el mercado de cambios a los Precios Cuidados y el nuevo índice del INDEC. La falsa invocación de un nuevo Rodrigazo.
Las pautas mencionadas, junto con la estabilidad en el tipo de
cambio, posibilitan un flujo de divisas que había sido retaceado
agudamente por la especulación en diciembre y enero pasados, y abren un
camino más firme hasta las importantes liquidaciones de dólares de abril
y mayo provenientes de la nueva cosecha de soja.
De esta forma, las tensiones en el mercado cambiario resultan
despejadas por el momento, más aún cuando las reservas internacionales
no sólo han frenado su caída, sino que han aumentado U$S 75 millones
desde fines de enero. El desafío que enfrenta la economía argentina en
estos momentos ha sido bien definido por la presidenta Cristina
Fernández, cuando expresó que los desestabilizadores "ahora vienen por
los precios", dando vital importancia a la inflación, e instando al
pueblo argentino a que se siga defendiendo de los que quieren saquearle
el bolsillo. La presidenta comentó que, dentro de los Precios Cuidados,
los rubros más reclamados por su escasez en las góndolas son yerba,
azúcar, aceite, carne, leche, fideos, y luego se preguntó cuál es el
motivo para que falten estos productos, respondiendo: "Esto se llama
especulación, lisa y llana."
El Jefe de Gabinete está discutiendo con 38 complejos productivos
para analizar sus cadenas de valor, y cómo se forman las diferencias
entre los precios que recibe el productor y los que llegan a las
góndolas. En esta tarea, ya se acordó con los laboratorios para
retrotraer el precio de 18 mil medicamentos a los valores vigentes al 15
de enero último y rebajas de unos 600 productos a los precios de
diciembre, abarcando unas 12 mil farmacias en todo el país.
El Gobierno nacional anunció una canasta escolar conformada por 35
artículos a un costo de 394 pesos, valor que Economía estima que
representa una baja promedio del 26% con respecto a los precios vigentes
en los supermercados.
Resultan sin duda valiosas todas estas acciones que está realizando
el Ejecutivo para reducir al mínimo posible la transferencia de la
devaluación a los precios, de forma tal que el poder de compra de la
población se vea afectado lo menos posible. Pero creo que este proceso
debe completarse, no sólo con el control de los costos, sino también con
la revisión de las ganancias empresariales. Como ya mencioné en esta
columna, hay que tener presente que los beneficios que las empresas
transnacionales obtienen de América Latina y el Caribe se incrementaron
5,5 veces pasando de 20.425 millones de dólares en 2002 a 113.067
millones en 2011, según datos de la CEPAL. Muchas de estas
transnacionales están operando en importantes sectores de nuestro país, y
son actores principales en la formación de precios, como en los
supermercados, los bancos, el acero, los hidrocarburos, la telefonía,
los productos alimenticios y las exportaciones de granos y aceites,
entre otros sectores. No cabe duda que esas ganancias se han obtenido
con rentabilidades excepcionales, que se cargan sobre los precios de los
bienes y servicios que producen. De allí la importancia de adecuar a un
nivel razonable las rentabilidades en las distintas cadenas
productivas, para actuar más efectivamente sobre el cuidado de los
precios de los productos. Para controlar la inflación con mayor
intensidad hay que pensar necesariamente en términos de puja
distributiva.
En este combate contra los aumentos también resulta muy importante
disponer de un índice de precios confiable, que acaba de arrojar una
cifra del 3,7% para el mes de enero, valor que justifica todos los
recaudos que se están tomando para cuidar los precios. Resulta alentador
que el nuevo IPC nacional urbano, con una metodología nueva y mayor
cobertura territorial, despeje la discusión sobre la calidad del
termómetro, lo que permite poner más énfasis en las causas de la
inflación. Es también una oportunidad ideal para terminar con ese
"engendro" de la mal llamada "inflación del Congreso" como definíamos en
nuestra columna del 24 de noviembre del pasado año.
TRENES CON MAYORES CONTROLES.El gobierno trasladó las operaciones
de los ferrocarriles Mitre, San Martín, Roca y Belgrano Sur a las
empresas Metrovías y Ferrovías, líneas que estaban siendo administradas
hasta el momento por sociedades mixtas de emergencia en donde
participaban el Estado y privados. Según el reciente decreto 41/2014,
resulta conveniente suscribir por cada Línea un acuerdo de operación
específico y a su vez asignar la responsabilidad de la operación por
cuenta y orden del Estado Nacional a cada operador ferroviario en forma
individual y no conjunta.
Los nuevos convenios a firmarse indican que habrá sanciones en la
medida que haya formaciones que contengan coches de menos en los
horarios pico, por impuntualidad, por cualquier interrupción del
servicio, y que estos parámetros también sean tomados en cuenta para la
remuneración que dará el gobierno a las operadoras. Esta nueva forma de
administración de los ferrocarriles urbanos aparece más ordenada que la
anterior, y puede pensarse que es un paso adelante, adecuado al momento
actual. Pero el camino deseado que debería perseguirse para continuar
profundizando el modelo es una administración de los ferrocarriles
urbanos, bajo la órbita exclusiva de las empresas estatales, que
incorporen en su gestión a los representantes de los organismos del
Estado, de los trabajadores y de los usuarios, para ir instaurando
formas participativas de gestión de la cosa pública.
DENOMINADOR COMÚN: POPULISMO. En los últimos días han salido varios
economistas a comparar la situación actual con períodos pasados de la
historia argentina como el Rodrigazo o la hiperinflación de 1989. Son
comparaciones tan tergiversadas que estos economistas se cuidan muy bien
de salvar las diferencias, que son muchas, y sólo resaltan el
denominador común para ellos: los gobiernos "populistas" de cada
momento.
Orlando Ferreres compara, en La Nación (12.02.14), la situación
actual con la de 1989, aunque coloca gran cantidad de salvedades. En
1989 "el gasto público se había desbordado, con una recaudación
impositiva declinante"; "una devaluación más rápida se inició hacia
fines de enero de 1989 por la caída de las pocas reservas disponibles"
para luego reconocer que hoy "tenemos cerca de 28 mil millones de
dólares de reservas y aún podemos perder unos 16 mil millones de dólares
antes de llegar a un punto crítico", lo cual hace añicos la
comparación.
Las similitudes terminan siendo, al analizar el artículo de
Ferreres, los precios subsidiados de luz, gas, agua, colectivos, subtes y
trenes; los cortes de energía eléctrica en los días de bochorno
calórico y el "populismo imperante".
En el caso de Juan J. Llach, (La Nación 13.02.14), preocupado
porque la situación actual no derive en un Rodrigazo, indica que "un
plan de estabilización y acceder al financiamiento son las claves no
sólo para evitar una gran crisis, sino también para que el costo de
hacerlo no sea la recesión". Nuevamente la salida es endiosar el
endeudamiento, política que ya sabemos a dónde nos lleva. También se
sincera y reconoce "los activos que la Argentina puede mostrar y hoy
casi ni se ven: el relativamente bajo endeudamiento del Estado con el
sector privado, el potencial adormecido de muchos sectores de la
economía, los yacimientos de petróleo y gas no convencional, los 130 mil
millones de dólares de activos externos de particulares".
El saldo positivo de la década ganada es tan fuerte, que aquellos
que desean comparar la situación actual con otros escenarios dramáticos
de la Argentina terminan por ensalzar las fortalezas del modelo actual,
aunque, aparentemente, no se lo propongan. Esto también ratifica nuestra
convicción sobre las fortalezas del modelo, que posibilitan avanzar en
su profundización a través de medidas y políticas que modifiquen
positivamente la distribución del ingreso y la riqueza
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